A un mes del inicio de curso, la preocupación de la comunidad educativa (especialmente padres y profesorado) es grande. Se ha decidido que el ocio y el turismo era un objetivo económico de primer orden y se ha producido una apertura muy amplia de estos sectores, con las consecuencias de todos conocidas dadas las dificultades de control del virus; ahora toca reabrir un sector que debería ser estratégicamente prioritario, el educativo, pero no parece posible hacerlo con las mismas dosis de descuido y despreocupación aplicadas a las discotecas. Es un problema que afecta a todos los países, hay ya experiencias (el caso de Israel) que nos avisan de los posibles errores, y deberían aplicarse todos los medios que fuesen necesarios para esa reincorporación. Sabiendo que el riesgo cero es imposible, no por ello hay que jugar con fuego. Al respecto he leído esta entrada del blog de Juan Ignacio Pérez Iglesias, director de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, que me ha parecido interesante.
Para ello hay que invertir todo lo que sea necesario en recursos y medidas, pero además también hacer todo lo posible por controlar la transmisión comunitaria y los rebrotes. Me parece que las próximas semanas son determinantes para que, si la apertura turística ha fracasado, cerremos todo lo que haya que cerrar, limitemos al máximo la interacción social (¡dejad de casaros y de celebrar cumpleaños, cojones ya!) y nos centremos en el siguiente objetivo que debería ser un curso escolar que, aunque deba desarrollarse lejos de la normalidad que conocíamos, no reproduzca las carencias que ha tenido el tercer trimestre del 2019-2020. En realidad estamos en un escenario que llevamos meses describiendo.
«En el Reino Unido las autoridades ya han advertido de que, llegado el caso, las escuelas tienen prioridad frente a los pubs. Esa advertencia puede considerarse anecdótica, pero encierra un profundo significado, porque quizás ha llegado el momento de cambiar la forma de abordar el problema y plantear abiertamente que hay bienes a preservar incompatibles entre sí y que hay que priorizar los que verdaderamente importan. Solo se trata de tener claro cuáles son». (De la entrada sugerida).