
No soy especialista en la regulación de los juegos de azar, que es más compleja de lo que parece, pero os contaré una historia:
Hace veinte años yo era un joven ‘copy’ en una agencia de publicidad con solera de Murcia. Por aquel entonces se iba a abrir un importante casino en el centro de la ciudad y nosotros nos encargamos de la campaña de lanzamiento. La cantidad de restricciones que había que sortear era abrumadora. Por supuesto no se podía hacer televisión. No se podían utilizar símbolos que «incitaran» de forma explícita al juego. Eslóganes que incluyeran la exhortación «Juega» estaban prohibidos. No se podía utilizar una ruleta en la imagen de campaña. Así hasta un largo etcétera.
Por qué todo este tipo de limitaciones no se han aplicado de forma, si no analógica, al menos con una trasposición semiautomática a una nueva regulación de la publicidad del juego online y de las casas de apuestas, es algo que se me escapa, como jurista y como antiguo profesional de la comunicación…
Veinte años después, tenemos que aguantar que a las diez de la noche nos griten «¡Juega, juega, juega!» en canales de máxima audiencia. Y que los locales de apuestas estén abiertos a la hora del recreo de los institutos, a cien metros del aula.
Digo yo que alguien le tendrá que poner el cascabel al gato, aunque ello suponga reducir los pingües beneficios que estos juegos aportan al estado.