Nadie twitteará de nosotras cuando hayamos muerto

El otro día, mientras iba a trabajar en el coche, sentí un dolor agudo en el pecho… Tranquilos, fue sólo un dolor muscular a consecuencia de una mala postura durante el sueño. No obstante, cuando pasas los treinta y cinco es imposible que un dolor así no conlleve alguna que otra reflexión existencial. En mi caso lo que me vino a la cabeza fue: “¿qué pasará con mis perfiles y contenidos en Internet si la palmo de repente?”. Que esta sea tu última pregunta, por una parte, denota una cierta pobreza metafísica. Pero visto desde otra perspectiva, el asunto es importante y afecta a esta era 2.0 que vivimos.

Al fin y al cabo todos nosotros, más allá del uso que hagamos de la red y de sus recursos, seamos más o menos geeks, compartimos una característica fundamental: vamos a morir. Por expresarlo en jerga jurídica, digamos que nuestro contrato con la vida está sometido a término certus an, incertus quando. Tarde o temprano iremos a la papelera de reciclaje. Tú también, que lo sepas.

Sin embargo hoy día se dan unas circunstancias que no se daban ni siquiera hace quince años: el que más o el que menos tiene su correo electrónico, su cuenta de Gmail o Hotmail, y cada vez más gente mantiene su perfil en Facebook (donde algún despistado puede seguir mandándole “besos” por su cumpleaños varios años después de palmarla), Twitter, etc. Los más osados gestionamos uno o varios blogs, a su vez con uno o varios perfiles y así la casuística puede llegar hasta el infinito.

Entonces, ¿qué puede hacer el heavy user de la nueva era para gestionar su información póstuma?
Lo más elemental y básico es tener un listado actualizado de perfiles y contraseñas en un documento escrito que tus parientes cercanos puedan utilizar tras el fallecimiento para escribir unos últimos mensajes deseándoles buenas noches y buena suerte a tus amigos y colegas y finalmente cancelar las respectivas cuentas. Podría decirse que en la era de los Social Media redactar unas instrucciones en forma de sencillo testamento digital puede ser tan importante como el testamento real. En el caso de que vuestro patrimonio sea tan ridículo como el mío, de hecho es más importante el digital que el real.

Por otra parte las redes sociales suelen mantener los perfiles activados. Facebook mantiene perfiles memoriales restringidos a los amigos del usuario (que pueden ser hasta 4.000). Los familiares pueden solicitar que se retire un perfil, pero no acceder a su información ni a sus mensajes privados.

MySpace ha adoptado una política similar, pero no restringe los perfiles, lo que ha llevado a un usuario a crear MyDeathSpace.com, que reúne los perfiles de los fallecidos. LiveJournal, uno de los primeros proveedores de blogs, tiene una política informal que congela los perfiles pero los mantiene online. La web de almacenamiento de fotos Flickr también mantiene activos los perfiles.

Además la cuenta de email no siempre desaparece contigo. Las normas de Yahoo! son mantener las cuentas privadas. Hotmail, además, permite que la familia reciba un CD con todos los emails del difunto una vez demostrada la muerte y la relación con la persona. Gmail también exige esas pruebas, así como la copia de un email enviado por parte del fallecido a la persona que solicita la información.

Pero como todo está ya inventado en la red, existen empresas especializadas en ayudarte a organizar tu vida postmortem en Internet: Legacy Locker, Asset Lock y Deathswitch ayudan a la gente a planificar esta posible situación memorizando, por ejemplo, tus contraseñas mientras estás vivo. Por unos 30 dólares al año, o 300 para toda la vida, Legacy Locker se encarga de almacenar la información de tus cuentas (las cuales mantiene firmemente encriptadas), almacena archivos, designa beneficiarios y escribe cartas legales para ser enviadas tras tu muerte. La página confirma tu muerte con dos personas que previamente has designado.

Deathswitch va más allá y sugiere que almacenes instrucciones para tu funeral, notas de afecto y secretos inconfesables. Te envía emails regularmente para comprobar que sigues vivo, con una frecuencia a tu elección. Después de una serie de emails no contestados, la página asumirá que has muerto y automáticamente enviará tus mensajes a los beneficiarios.

Uno de los servicios más completos es My Webwill, lanzado a finales de año desde Estocolmo para Suecia y Estados Unidos, y que espera seguir expandiéndose durante 2010. El servicio básico es gratuito e incluye la desactivación de diez cuentas en Internet y la opción de enviar hasta cinco correos electrónicos escritos por el cliente. Un servicio preferencial, a un coste de 29 dólares anuales o 290 dólares por una suscripción de por vida, ofrece un manejo más detallado de los perfiles en las redes de contacto social como también un número ilimitado de correos electrónicos póstumos y de desactivación de cuentas.

Una última reflexión sobre el tema: A veces los medios que hacen tu vida más sencilla pueden hacer tu muerte mucho más complicada…

Datos extraídos de este artículo de la Cadena SER y de este otro de Globedia.
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2 pensamiento sobre “Nadie twitteará de nosotras cuando hayamos muerto

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