Demonizar a una candidatura por corrupción o identificación con una amplia variedad de males (aunque en algunos casos es difícil no hacerlo, siendo meramente descriptivos), crea grandes bolsas de voto oculto que son invisibles para las encuestas. Hay bandadas enteras de votos volando por debajo de los radares. Quizá eso explique los recurrentes fallos de la demoscopia electoral en los últimos tiempos: nadie quiere reconocer que va a votar al racista, al machista, al [más] malvado.
Al hilo de esto yo tengo una teoría accesoria que los hechos me van apuntalando cada vez más: el candidato más ridiculizado, al que más chistes y ‘memes’ se le hagan, verá reforzadas sus expectativas de voto y muy probablemente ganará.
Pingback: Bitacoras.com