En la puerta de la primera proyección de cine a finales del XIX había un tipo diciendo: «Esto es sólo una atracción de feria, no tiene futuro alguno».
En la puerta del primer cine que proyectaba la primera película sonora había otro tipo diciendo «Esto no tiene sentido ni futuro… es sólo una curiosidad».
Igual sucedió con la aparición de otros avances como el color, etc.
¡Qué poca visión! ¡Qué poca perspectiva! ¿No?
Tal vez. Pero el domingo pasado, Marga y yo salimos diciendo algo muy parecido tras ver Avatar en 3D en el cine. A menudo nos reímos de la falta de visión de «esos antiguos» que vieron las primeras películas, el primer cine sonoro, etc., pero yo creo que TENÍAN RAZÓN. Al menos teniendo en cuenta lo que ellos acababan de ver: una chorradita de fotos en movimiento parecida a lo que se experimenta pasando el dedo por una baraja de fotografías, en el primer caso, o un experimento con pitiditos, cancioncillas y pequeños efectos (que eran al fin y al cabo las primerísimas películas sonoras, etc.).
El otro día disfutamos de una experiencia muy interesante (casi apabullante, de hecho) durante al menos 30 ó 40 minutos. Es cierto que el 3D se hace curioso y espectacular, y está muy bien resuelto todo esto de los diferentes planos, las plantitas, las pantallitas… Muy chulo.
Pero a partir del minuto cuarenta tenía la sensación de que las bolas de los ojos se me hacían más gordas que las cuencas de mi calavera. Marga se quitó las gafas y prefirió ver la peli borrosa más o menos a la hora y cuarto de proyección. Y ambos salimos con un dolorcillo de cabeza como esos que te dan cuando te has dejado las lentillas puestas durante la siesta.
Quiere decirse que sí, que una experiencia curiosa y tal pero yo creo que a esta tecnología, que no niego que ya es sorprendente, le falta todavía mucho para no ser mareante en las escenas de acción, para crear un lenguaje visual propio (como venía a decir Rafa Marín en su post de Crisei) más allá del story board 2D, que aproveche de verdad la tercera dimensión (si no siguen pareciendo, en realidad, dioramas en movimiento). Y para solventar un problema técnico que yo, como no soy especialista, no sé si es técnico o es puramente óptico y anatómico, y es que no sé si nuestro ojo está preparado para ver esto en una duración tan larga sin lagrimear, molestar o doler. Avatar 3D, con toda su espectacularidad, aún es la Salida de los obreros de la fábrica de Lyon de los Lumière de esta época.
Sobre la película en sí, en principio chapeau. Entretenimiento puro y duro, muy bien hecho y trabajado con un perfectismo que asombra. Cameron en su salsa. Que hay muchos tópicos… pues claro, desde el Hombre llamado caballo que ya advertía Rafa Marín (o Pocahontas como advierten los malintencionados), hasta Apocalipsis Now, pasando por la estética «tipo Patrick Woodroffe«. Pero funciona. Funciona hasta a un nivel disneyano, es decir, como película de terror y aventuras para niños de 8 años.
No dudo que el 3D sea el futuro del cine, y me quito el sombrero ante lo que han conseguido Cameron y su equipo, pero una vez disfrutada esta curiosidad, prefiero seguir viendo algo de 2D hasta que la técnica avance aún un poco más…